Hoy hace mucho calor y ese es un signo inequívoco que -estando en los últimos días de agosto- inevitamblemente se acerca el verano. Personalmente no me emociona la situación porque formo parte de esa inmensa minoría (cada vez mayor parece) que no goza mucho de la época estival, sus altas temperaturas y del sol abrasador. Sin embargo, no me puedo negar a la realidad y las publicaciones llegadas del extranjero, Internet y las colecciones mostradas en las semanas de la moda de todas partes, nos demuestran que es cosa de semanas para que empecemos a alivianar la ropa. Desde hace tiempo que me llama la atención que es difícil hablar de “la moda” de una determinada temporada porque si viene todo folk, trae consigo en el baúl fashion tendencias tan variadas y distintas como los dorados, el animal print o el escocés en todas sus versiones. Por ejemplo, los pantalones vienen pitillos, ultra anchos y de todos los largos, igual que las faldas y los vestidos. Sin embargo, hay un denominador común que se repite y son los tonos flúor. Sí, esos colores chillones ochenteros que hicieron furor y que se repetían en poleras, chaquetas, faldas, zapatos y en los accesorios de moda. Marc Jacobs es el que lleva la batuta con el neón y así quedó demostrado en la semana de la moda de Nueva York con diseños en morado, amarillo, fucsia y azulino, todos medio metálicos, medio a pilas, es decir, indiscutidamente flúor. En Chile, en Santiago DModa, que se realizó la semana pasada en el Sheraton, también hubo muestras de esta tendencia, sobre todo por parte de las tiendas y boutiques, que traen sus prendas del extranjero. Entre los diseñadores, Maximiliano Gallegos, con su colección atrevida y hippie usó harto el fucsia, naranjo, verde limón y el amarillo fuerte y el efecto era más marcado porque el soporte eran, casi en su mayoría, telas asedadas. Y así, los adelantos de temporada, las revistas especializadas y algunas vitrinas nos indican que este verano, la consigna es no pasar inadvertidas.
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